El día a día y la rutina
terminan con el sentido de la vida, haciéndola monótona, aburrida y sin una ilusión;
el mismo lugar, el mismo norte, la misma ruta, hasta que decide dejar de mirar
el mismo horizonte de todos los días y se arriesga a ver distintos paisajes,
distintas criaturas y situaciones, a lo lejos está un mundo fascinante,
seductor pero desconocido, ella solo necesitaba ese impulso para entrar en el.
No es fácil, no, cuando ya la rutina te ha hecho parte de su ser, parte de sus órganos
vitales; se alimenta de ti, drena tu energía para subsistir y te debilita poco
a poco; una felina moribunda, una tigresa triste y melancólica.
Ella vivía en un bosque de
traiciones, desamor, desengaños, deslealtad, rodeada de criaturas sin palabra dejándose
llevar solo por el instinto, hasta que llegó él, por un atajo, a su selva, despertándola
de su letargo, como el trinar de los pájaros en una mañana de abril, los astros
conspiran a su favor él fuego y ella tierra, se deja guiar por él hacia una
encrucijada seductora, llamativa, distinta y sin filtro a ese horizonte que
ella veía de lejos, allí no hay etiqueta, no, ni protocolo, la tomó así,
quebrada, débil, en tinieblas y le cambió el rostro y el alma, cubriéndola de
luz propia.
Como el choque de dos energías
en un universo sideral, sus espíritus se encontraron; el impacto de aquellos dos
felinos fue enorme y así aprendió a quererlo sin horarios ni restricciones, sin
caretas y sin mentiras. Nunca antes había tenido esa felina una sonrisa tan
honesta y pura, pero la vida no es solo eso; una sonrisa, le enseñó que se
puede abrir el corazón y dejar que éste hable con lágrimas cuando es necesario,
le demostró que un león también llora, no porque es débil sino porque tiene el corazón
tan grande y la fuerza suficiente para mostrar su alma a través de sus ojos sin
reservas y sin miedos.
Y así pasan las horas, los días
y los minutos, tenia que llegar otro felino para completar su vida; Un león que
con una mirada la envuelve, la desenvuelve, le lleva a los cielos con los pies
en la tierra, un león mucho más joven que ella, con una mirada profunda y un alma
transparente, con la suficiente fuerza para mantener el equilibrio de una
tigresa ahora llena de vida, pasión y fuego, dándole eso que ella necesita;
amor, tiempo y vida.
Y así van por la selva cada día,
tienen la misma energía cósmica, el fuego en el alma del león y la tierra en los
pies de la tigresa, el poder se siente en cada pisada al andar en un mundo de animales
débiles, superficiales y mediocres.