sábado, 23 de febrero de 2019

LETRAS


El desbordante alboroto de letras fluía mientras ella intentaba organizar sus ideas y sus pensamientos, todo estaba en armonía menos aquellas letras, que no percibía ni entendía, salían como un vomito de ideas sin sentido, las ideas hoy no tienen forma ni traducción, no están en orden fluyen sin reglas ni restricciones, se desbordan como rebalsa un vaso de agua bajo la lluvia, no hay control, letras van y letras vienen y no dicen nada. El orden que da significado a lo que dicen no esta presente, por que tienen vida propia y hoy… hoy no quieren hablar.
La clave esta en no intentar poner orden a todo, las letras hoy no tienen orden y no se las puede leer, pero es solo eso…. No desean ser entendidas, no desean ser coherentes, solo quieren fluir, desbordar y vivir, sin significado regulado ni coherente. Muchas veces queremos sobre analizar todo y darle sentido a lo que esta alrededor nuestro y a lo que el día a día nos trae, cuando en verdad no todo se necesita entender sino sentir, vivir y disfrutar. Hoy no volverá, dejemos que el día traiga con él sus verdades, alegrías; tropiezos. Sacudirse y seguir adelante, hoy, hoy no intentaré descifrar el alboroto de palabras, ideas y pensamientos, hoy no las entenderé solo las sentiré y las disfrutare así… como son.

viernes, 4 de enero de 2019

FELINOS


El día a día y la rutina terminan con el sentido de la vida, haciéndola monótona, aburrida y sin una ilusión; el mismo lugar, el mismo norte, la misma ruta, hasta que decide dejar de mirar el mismo horizonte de todos los días y se arriesga a ver distintos paisajes, distintas criaturas y situaciones, a lo lejos está un mundo fascinante, seductor pero desconocido, ella solo necesitaba ese impulso para entrar en el. No es fácil, no, cuando ya la rutina te ha hecho parte de su ser, parte de sus órganos vitales; se alimenta de ti, drena tu energía para subsistir y te debilita poco a poco; una felina moribunda, una tigresa triste y melancólica.
Ella vivía en un bosque de traiciones, desamor, desengaños, deslealtad, rodeada de criaturas sin palabra dejándose llevar solo por el instinto, hasta que llegó él, por un atajo, a su selva, despertándola de su letargo, como el trinar de los pájaros en una mañana de abril, los astros conspiran a su favor él fuego y ella tierra, se deja guiar por él hacia una encrucijada seductora, llamativa, distinta y sin filtro a ese horizonte que ella veía de lejos, allí no hay etiqueta, no, ni protocolo, la tomó así, quebrada, débil, en tinieblas y le cambió el rostro y el alma, cubriéndola de luz propia.
Como el choque de dos energías en un universo sideral, sus espíritus se encontraron; el impacto de aquellos dos felinos fue enorme y así aprendió a quererlo sin horarios ni restricciones, sin caretas y sin mentiras. Nunca antes había tenido esa felina una sonrisa tan honesta y pura, pero la vida no es solo eso; una sonrisa, le enseñó que se puede abrir el corazón y dejar que éste hable con lágrimas cuando es necesario, le demostró que un león también llora, no porque es débil sino porque tiene el corazón tan grande y la fuerza suficiente para mostrar su alma a través de sus ojos sin reservas y sin miedos.
Y así pasan las horas, los días y los minutos, tenia que llegar otro felino para completar su vida; Un león que con una mirada la envuelve, la desenvuelve, le lleva a los cielos con los pies en la tierra, un león mucho más joven que ella, con una mirada profunda y un alma transparente, con la suficiente fuerza para mantener el equilibrio de una tigresa ahora llena de vida, pasión y fuego, dándole eso que ella necesita; amor, tiempo y vida.
Y así van por la selva cada día, tienen la misma energía cósmica, el fuego en el alma del león y la tierra en los pies de la tigresa, el poder se siente en cada pisada al andar en un mundo de animales débiles, superficiales y mediocres.

martes, 1 de enero de 2019

EL LEON Y SU FLOR DE ACEBO

En algún lugar del universo, a la luz de los astros que brillan en un silencio perturbador e infinito, Yekun, con voz prepotente interrumpe la afonía mientras mirando al vacío, le pregunta a aquella mujer, que era el amor; el príncipe de los signos, la lectura y la escritura en su infinita inteligencia no podía describir que era el amor, cuando la curiosidad de aquél sentimiento se le hizo presente al ver desde arriba a dos amantes; un león y una flor de acebo. Ella con la mayor tranquilidad y mirando el panorama; sin cruzar miradas con aquel curioso le responde: tú, príncipe de las letras, uno de los más destacados ángeles del abismo, no sabe lo que es el amor porque tu sabiduría está en el conocimiento y este no viene del corazón. Un suspiro de satisfacción se oyó como eco en derredor, el amor, continuó ella, es lo que él siente cada vez que la voz de su amada toca sus oídos, es el alimento con que llenan sus corazones vacíos en cada palabra dicha, cada detalle, cada roce, una sonrisa y una mirada de complicidad en un mundo con mucha gente, pero en soledad. Es el león que ama a su flor; a ese ser que le llena el espíritu y el alma antes que a su cuerpo, convirtiéndose este sentimiento en alimento de ambos, llenándose así de bondad, nobleza y empatía, transformándose en energía. Es el llamado de la carne a los lugares más oscuros embriagados de placer, llenándose de éxtasis y lujuria.
Yekun con una media sonrisa responde como entendiendo, al fin, algo del contexto de aquellas banalidades que los mortales y los ángeles de luz llamaban amor. “lujuria” repetía.
El amor de los dos cubre una multitud de malentendidos, disputas y conflictos, es mirarse a los ojos y sentir que nada tiene sentido si están separados, continua ella. Un amor sin tiempo, ni lugar ni edad.
Yekun en su discernimiento, declara que ese sentimiento llamado amor, aparte de la lujuria que les pueda llevar a una intimidad desenfrenada, era una dependencia afectiva, enfermiza que convierte aquellos dos amantes en patéticos y cursis; seres débiles.
Por primera vez ambos estaban de acuerdo en algo, eran patéticos se decían.
Antagónicamente, aquellos dos patéticos, como los llamaban no eran mortales débiles como los describían, tenían la fuerza en el amor y la voluntad para seguir adelante pese a los infortunios, problemas y celos.
Lo que no se podía negar era que el amor de aquellos dos mortales superaba el apego carnal; las largas horas detrás de un teléfono, esa complicidad que en cierta forma les hacía iguales o superiores a aquellos dos seres espirituales, ya que, siendo carne caída, sin siquiera tocarse habían alcanzado la gloria; aquéllas dos ánimas sin cuerpo material no estaban por encima de esos dos mortales que se amaban con el alma.
Yekun; príncipe de las letras no tuvo más remedio que aceptar, que, pese a que no entendía el significado concreto de eso a que describían como “amor”, esos dos amantes no se separarían porque sus almas eran una.
Ella mirando al horizonte, con un suspiro no alcanzó más que decir. Los mortales no buscan eso que se llama amor, el amor los busca a ellos, los encuentra, los hace y los deshace, los agarra, los suelta los sube y los baja; pero aquellos dos estaban dispuestos a caminar ese recorrido riéndose de las adversidades como un león de dios en su jardín de acebos.