jueves, 11 de octubre de 2018

UN VINO, UNA ROSA Y UNA CHIMENEA


Hace no mucho era solo un extraño para ella, ahora se había convertido en su mejor amigo, tal vez el único que le quedaba, su confidente, aquella persona que le escuchaba sin juzgarla, mientras ella tenía los ojos llenos de vida cuando le contaba sus secretos. “Sabes que una noche” era la frase con la que siempre comenzaba.
Era una noche de verano, el hotel estaba lleno, los pasajeros perdieron su vuelo por un problema mecánico, todos hablaban al mismo tiempo, decían mucho y nada a la vez, no se podía distinguir las palabras; todos querían llegar a destino, incluyendo esa mujer de la recepción, que también quería llegar al suyo, cuando la hora terminara.
Estaba enamorada.
Las conversaciones se hacías cada día mas amenas, el chat se había convertido en su lugar de encuentro, era solo un mundo de dos; intangible pero perfecto, el resto no importaba, era cosa de dos… su rutina había cambiado, una sonrisa dibujaba su rostro, estaba temerosa y enamorada a la vez, las cosas a medias no iban con ella así que decidió dar su corazón entero. Solo deseaba tener una maquina del tiempo para ver que le deparaba el futuro. Pero las cosas no suceden así, hay que vivirlas para saber que viene…. Mientras ella pensaba en esa máquina del tiempo, decidió darle su futuro.
Al fin llegó el momento, podía salir de allí, como cualquier otro día al terminar su jornada, al fin el reloj daba la media noche, solo que ese día en particular era distinto, iría a ver a su amado por primera vez. Nerviosa y feliz fue al encuentro tan esperado; un vino, una rosa y una chimenea, hacían el ambiente adecuado para la ocasión ¿el futuro­­? no importaba, nadie lo sabe… Si solo pudiera tener una máquina del tiempo se decía… pero es el presente el que cuenta se respondía así misma, no se arrepentía de nada.
Su confidente se sabía de memoria esa historia, pero la oía como si fuese la primera vez que se la narraba porque a ella le hacía feliz.
¿Y ahora qué haces? le preguntó, una máquina del tiempo ella le respondió, sumergida en su letargo, tiene fallas que estoy tratando de arreglar, continuó… el problema es que esa máquina del tiempo solo podía ir al pasado, ella siempre quiso que le llevara al futuro pero nunca se dió, parece que mi maquina esta dañada le decía a su amigo y confidente de blanco, ese psiquiatra que oía una y otra vez a la mujer sumergida en su pasado. Ese confidente que también veía el reloj para irse a casa cuando su jornada terminase, tal parece que todos tenemos la vida controlada por un reloj, queriendo ir a algún lugar: al futuro, en cierta forma, si no ¿para qué ver la hora? … pues ya te puedes ir le dijo, ya la hora terminó. Un día más. 
Con la mirada perdida, ella sonreía, mientras la enfermera le llevaba a su dormitorio de la mano.