Hace no mucho era solo un extraño para ella,
ahora se había convertido en su mejor amigo, tal vez el único que le quedaba,
su confidente, aquella persona que le escuchaba sin juzgarla, mientras ella tenía
los ojos llenos de vida cuando le contaba sus secretos. “Sabes que una noche” era
la frase con la que siempre comenzaba.
Era una noche de verano, el hotel estaba lleno,
los pasajeros perdieron su vuelo por un problema mecánico, todos hablaban al
mismo tiempo, decían mucho y nada a la vez, no se podía distinguir las palabras;
todos querían llegar a destino, incluyendo esa mujer de la recepción, que también
quería llegar al suyo, cuando la hora terminara.
Estaba enamorada.
Las conversaciones se hacías cada día mas
amenas, el chat se había convertido en su lugar de encuentro, era solo un
mundo de dos; intangible pero perfecto, el resto no importaba, era cosa de dos… su rutina había cambiado,
una sonrisa dibujaba su rostro, estaba temerosa y enamorada a la vez, las cosas
a medias no iban con ella así que decidió dar su corazón entero. Solo deseaba
tener una maquina del tiempo para ver que le deparaba el futuro. Pero las cosas
no suceden así, hay que vivirlas para saber que viene…. Mientras ella pensaba
en esa máquina del tiempo, decidió darle su futuro.
Al fin llegó el momento, podía salir de allí,
como cualquier otro día al terminar su jornada, al fin el reloj daba la media noche, solo que ese día en particular
era distinto, iría a ver a su amado por primera vez. Nerviosa y feliz fue al encuentro tan
esperado; un vino, una rosa y una chimenea, hacían el ambiente adecuado para la
ocasión ¿el futuro? no importaba, nadie lo sabe… Si solo pudiera tener una máquina
del tiempo se decía… pero es el presente el que cuenta se respondía así misma,
no se arrepentía de nada.
Su confidente se sabía de memoria esa historia,
pero la oía como si fuese la primera vez que se la narraba porque a ella le
hacía feliz.
¿Y ahora qué haces? le preguntó, una máquina
del tiempo ella le respondió, sumergida en su letargo, tiene fallas que estoy
tratando de arreglar, continuó… el problema es que esa máquina del tiempo
solo podía ir al pasado, ella siempre quiso que le llevara al futuro pero nunca
se dió, parece que mi maquina esta dañada le decía a su amigo y confidente de blanco,
ese psiquiatra que oía una y otra vez a la mujer sumergida en su pasado. Ese
confidente que también veía el reloj para irse a casa cuando su jornada terminase, tal parece que todos
tenemos la vida controlada por un reloj, queriendo ir a algún lugar: al futuro,
en cierta forma, si no ¿para qué ver la hora? … pues ya te puedes ir le dijo,
ya la hora terminó. Un día más.
Con la mirada perdida, ella sonreía, mientras la enfermera le llevaba a su dormitorio de la mano.
Con la mirada perdida, ella sonreía, mientras la enfermera le llevaba a su dormitorio de la mano.